HOMILÍA DE LA PEREGRINACIÓN A LA VILLA DE GUADALUPE
DIOCESIS DE PAPANTLA
16 de mayo de 2023
«Santa María Madre y Reina de la unidad»
Queridos hermanos, como parte de los festejos por el centenario de nuestra Diócesis, en esta ocasión venimos en peregrinación a visitar a Santa María de Guadalupe, la Madre del verdadero Dios por quien se vive, para poner a sus pies nuestra acción de gracias y nuestras súplicas. Nuestro corazón trae el agradecimiento y las súplicas del pueblo que peregrina en la diócesis de Papantla. En esta ocasión le damos gracias a Dios por ser parte de las celebraciones de este año jubilar y le pedimos que bendiga los trabajos que la Diócesis tiene en marcha para seguir impulsando la misión evangelizadora de la Iglesia.
El centenario nos obliga a mirar hacia atrás para releer la historia de nuestra Diócesis y agradecer a Dios por el camino recorrido, así como por la obra realizada por los que nos han precedido; también es una ocasión para mirar el presente y pedir perdón a Dios por nuestros pecados e infidelidades; el centenario es una ocasión para ver de dónde venimos, en dónde estamos y hacia dónde vamos; pero, sobre todo, el centenario es una ocasión para pedirle a Dios un cambio de corazón que sea más conforme a su voluntad. Sí hermanos, un cambio de corazón cambiará nuestra manera de amar, nuestra manera de pensar y nuestra manera de actuar. Para que esto sea posible necesitamos un nuevo Pentecostés, una lluvia de dones del Espíritu Santo sobre nuestra Diócesis, sobre nuestras familias, nuestros jóvenes, nuestros ancianos, sobre nuestros laicos, movimientos y acciones pastorales.
En la historia de la salvación Dios es la fuente de todo, es fuente de la creación, de la revelación, de la encarnación y de la redención. Como escuchamos en el evangelio, el Señor Jesús, la víspera de su pasión, rogó al Padre por la unidad de los discípulos, por tanto, Jesús oró por nosotros, los discípulos de hoy. Todos somos fruto del amor de Jesús, somos fruto de su oración, somos fruto de su pasión y de su resurrección. Por lo mismo mantenernos en la unidad es un mandamiento del Señor, es una tarea, es una misión. En este centenario de la Diócesis le damos gracias a Dios por la unidad que nos ha concedido y le pedimos su gracia para mantenernos siempre en ella, que la unidad sea un testimonio elocuente de la presencia de Dios y fuente de credibilidad y de evangelización.
Como Diócesis de Papantla queremos ser una Iglesia misionera, evangelizada y evangelizadora que dé testimonio de Jesucristo resucitado que nos ha llamado a ser sus discípulos, a vivir en unidad y a realizar nuestra misión evangelizadora por los caminos de la sinodalidad a la que nos ha convocado el Papa Francisco. Para ello, conviene que pidamos a Dios, por intercesión de la Santísima Virgen María, que derrame sobre nuestro pueblo de Papantla su Espíritu de amor y de unidad que, como dice el profeta Ezequiel, nos purifique de todas nuestras idolatrías, que nos dé un corazón de carne, un corazón nuevo que nos haga vivir según sus mandamientos y así nos realicemos como personas, como seres humanos, como cristianos y como misioneros.
El Espíritu Santo, de manera más precisa, es fuente de la santificación, de la comunión, de la unidad y de la concordia. Los primeros cristinos acudían: “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones… Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común” (Hch 2, 42-44). Así que buscar la unidad y conservar la unidad es como buscar a Dios y permanecer en comunión con él mediante la acción del Espíritu Santo. En Pentecostés el Espíritu Santo unió a los diferentes pueblos en la confesión de una misma fe. Ahora es el Espíritu Santo el que está guiando a la Iglesia en el camino de la sinodalidad, por eso es importante escucharnos unos a otros para entender lo que el Espíritu pide a la Iglesia hoy. Hermanos, en esta peregrinación invoquemos y escuchemos al Espíritu Santo y en adelante dejémoslo actuar en nuestro corazón, en nuestros pensamientos y en nuestra vida.
La Santísima Virgen María, como Madre de Cristo cabeza y de su cuerpo que es la Iglesia, es también madre de la unidad y le pedimos a ella que interceda por nosotros para que nos mantengamos en unidad de fe, de corazón y de misión, es decir unidos en la misión evangelizadora que el Señor nos ha encomendado y que en este momento tenemos en marcha en nuestra diócesis: como la pastoral vocacional, la formación de los seminaristas, la pastoral presbiteral, la catequesis, la pastoral de adolescentes y juvenil, las escuelas de formación laical, el diaconado permanente, la pastoral de la salud, la protección de menores, entre otras.
Una de las notas de la Iglesia es la unidad. Decimos que la Iglesia es una, santa católica y apostólica. Dios es el fundamento de la unidad. Dios es uno en tres personas. La Iglesia es una en su diversidad de pueblos, razas y culturas. En nuestra Diócesis de Papantla existe la Iglesia una y única en la unidad del Espíritu Santo con su diversidad de pueblos y culturas. Cada parroquia debe vivir esta unidad como su modo de ser, como un don que hay que agradecer, pero también como una tarea que hay que asumir y perpetuar.
La Eucaristía decía san Agustín es sacramento de piedad, signo de unidad y vinculo de caridad. Aunque seamos muchos y muy diversos, la Eucaristía nos une; aunque a veces no nos comprendemos, la Eucaristía nos reúne en la mesa del Señor. Así como el pan se forma de muchos granos de trigo, el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, se forma de muchos pueblos y de muchos miembros. Bien dice san Pablo que: “El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque todos comemos del mimo pan” (1 Co 10, 17). Hermanos demos gracias a Dios porque nos ha convocado, nos ha convertido en pueblo suyo en la unidad del Espíritu Santo y comprometámonos a vivir en la unidad para que el mundo crea, que nuestra unidad con Dios y entre nosotros sea como un modo natural de evangelizar.
Para terminar, quiero decirles que hemos escuchado y estamos meditando la Palabra de Dios, enseguida pasaremos a la mesa de la Eucaristía donde Jesucristo, Hijo de Dios y de la Santísima Virgen María se hará presente para ofrecerse al Padre, aquí y ahora, de manera incruenta, por la salvación del mundo y por la salvación de todos los peregrinos aquí presentes. Hermanos, venimos a la Eucaristía para ofrecer a Cristo al Padre y a ofrecernos juntamente con él, venimos a recibir a Cristo, don de la Eucaristia y don de María y también venimos a hacernos Eucaristia, junto con él y con María. ¡Que así sea!
+ Mons. José Trinidad Zapata Ortiz
VIII obispo de Papantla